Mi relación con la comida es una larga historia. La comida era la base de mi familia. En casa de mi abuela, que también era mi casa, la comida era sagrada y un símbolo de amor. Recuerdo cómo se hacía la compra, como se iba cada sábado a la plaza del pescado. Siempre a primera hora, “cuanto más tarde más barato, pero de peor calidad”, nos recordaba cada sábado antes de salir de casa. Primero el pescado, luego la carne, siempre en el mismo sitio y como si tuviéramos que dar de comer a todo el vecindario; por último la verdura, local, plantada en los huertos del pueblo, y los huevos “de casa”.
Cada día cocinaba con amor. Los domingos empezaba a prepararlo todo alrededor de las 10:30- 11 de la mañana para que pudiésemos comer sobre las 2 de la tarde. Esa comida sabía a gloria y era puro abrazo para el alma.
Mi abuela Pura, que era Cáncer igual que yo, me enseñó muchas cosas y una de ellas fue la importancia de cocinar desde el amor, poniendo el corazón en cada uno de los platos. Mis guisos y mi pote gallego siempre triunfan porque siempre llevan un extra de atención, un extra de presencia y tiempo pensando en con quién voy a compartirlo. 1ª lección a recordar.
Mi empanada gallega todavía no alcanza la perfección. Mi abuela nunca me dio medidas. Yo preguntaba ¿cuánta harina? o ¿cuánta agua? Y ella siempre contestaba “aino que ir vendo, o que che pida” (hay que verlo, según vaya necesitando). Así que, aquí va la 2ª lección: la cocina, tu relación con la comida, pasa por estar presente y conectar con tu intuición. No cuentes calorías, no sigas normas rígidas. Ábrete a sentir, ¿qué necesitas tú? ¿qué necesitan tus platos? (Aclaración: sé que hay platos en los que se necesita medirlo todo, que nadie se altere, sobre todo los reposteros).
Años después, ya en Madrid, estudié alimentación ayurveda, me volví vegetariana y monté un servicio de comida saludable a domicilio. Con el ayurveda estudié la energía de cada alimento, pero desde mi perspectiva actual puedo observar que lo aprendí desde un lugar muy mental y poco experiencial. Faltaba presencia y había mucha desconexión entre mi mente, mi espíritu y mi cuerpo. No era realmente consciente de cuánta mística y cuánta sabiduría alberga este cuerpo que nos cobija. No hay nada más espiritual que un cuerpo habitado desde el amor. Esta podría ser la 3ª lección, aunque no se aplica exclusivamente a la alimentación.
Lo que sí aprendí en esa época es cómo mi estado de ánimo era percibido por las personas que consumían mis menús y, como influía en su propio estado emocional. La película “Como agua para chocolate”, recomendada por Graciela Large, mi terapeuta en aquel momento, lo ejemplifica de forma muy clara. Hoy lo describiría como una interacción de campos de diferentes frecuencias, pura cuántica.
Ha sido hermoso este recorrido por el pasado, pero volvamos al presente. El caso es que, desde conocí a Alejandro González, mi maestro actual, el 90% de mi alimentación es biológica. A ver, yo ya sabía de la importancia de comer biológico y de la enorme cantidad de pesticidas y tóxicos que introducen en nuestros alimentos pero, ciertamente, era más un conocimiento mental que una certeza interior. Después de un año comiendo de esta manera puedo asegurar que no hay otro camino, que mi salud ha mejorado considerablemente y he ganado en claridad mental. ¿Te cuento una cosa? Cuando alguien llama y dice que se ha resfriado o que ha cogido un virus, Alejandro siempre pregunta, y ahora yo también lo hago, ¿qué comiste hace 2 días? Y en el 95% de los casos, esa persona optó por una alimentación procesada, un exceso de comida o un exceso de alcohol. Los tóxicos son los que nos enferman. Sulfitos, glutamatos, pesticidas...
Cuando hablamos del sistema digestivo, el sistema urinario, el sistema respiratorio... seguramente tengas una idea de los órganos que lo componen, pero ¿sabrías decirme que órganos componen el sistema inmune? Pues eso, el digestivo es la base de nuestro sistema inmune. Aquí tienes la 4ª lección de hoy.
Y aunque no quiero extenderme mucho más, hay 2 ideas extra que quiero compartir contigo. Por un lado, desde que como biológico necesito menos alimentos. Actualmente, solo realizo 2 comidas al día. Para mi, esto es adecuado. No lo hago por seguir ninguna moda de ayuno intermitente ni por cumplir con nada ajeno a mi. Lo hago porque esto me sacia. No se necesita tanta cantidad cuando la comida es realmente comida. Y también lo hago, porque desde un lugar de escucha interna, pude observar que mis digestiones son muy lentas, que necesito que pase tiempo entre una comida y la siguiente para no colapsar a mi sistema digestivo. La digestión tiene mucho que ver con la emoción y con la forma en la que procesas la vida. 5ª y última lección, aunque se me quede alguna que otra cosita en el tintero para posteriores cartas.
Me despido, como siempre, con un abrazo de corazón a corazón
Quería tener la ocasión de volver a leerlo varias veces con calma, porque lo que cuentas es muy, muy relevante. Yo comencé a escribir sobre este tema en 2020, aunque aún no he llegado a publicar nada sobre esto. Sin embargo, la pequeña cadena de sucesos que me llevó a ello es cuando menos curiosa, pero algo extensa para un comentario. En algún momento la describiré. Gracias por tus palabras :)
Muchas gracias! Pensar en el Pote Gallego me ha dejado babeando 🤤